mayo 13, 2012

La confusión de Kirchner con Repsol



Los motivos que presenta el gobierno argentino para nacionalizar las acciones de Repsol, empresa petrolera española, de la empresa Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) de Argentina, tienen muchos matices.
El reflejo natural de una persona de derecha sería condenar la nacionalización y hacer inmediatas referencias a los hurtos cometidos por gobiernos populistas de empresas privadas. El argumento estaría centrado en la libre competencia, en la ineficacia del estado obeso que controlado todo, y en la necesidad e abrir los mercados a inversión privada, sea nacional o extranjera. Para la derecha, la liberal al menos, el que el estado usurpe propiedad privada es una afrenta directa al capitalismo. Además de que mancilla, naturalmente, la confianza jurídica que se le deposita a un gobierno que incauta lo que considera conveniente.
Mientras que para un izquierdista comprometido la acción es de aplaudirse. Para empezar desde la privatización de YPF durante el infame gobierno de Carlos Saúl Menen –recordado por haber vendido todo lo que pudo y luego un poco más- ya existían quejas de que esta medida era un regalo de la riqueza nacional a una empresa extranjera. Pero además la izquierda ha comprado el argumento de la presidenta argentina de que Repsol estaba llevando a YPF a la quiebra y que su manejo de la empresa era deficiente. Al punto de que la inversión en exploración de nuevos yacimientos ha estado prácticamente en ceros en los últimos tiempos.
Para la izquierda, al menos la tradicional, el uso de los recursos naturales debe estar destinado al desarrollo del país, su riqueza debe ser destinada a un proyecto social más que comercial. Y aquí se nos cruzan temas como soberanía, distribución de la riqueza, etc. Bajo esta lógica es preferible que este en manos de un gobierno ineficaz o corrupto, que de empresarios ladrones y mezquinos.
Hay un paquete de argumentos de Cristina Fernández que son imbatibles. Sí. Repsol ha invertido poco en YPF para hacerla crecer al ritmo que considera el gobierno y más bien es una empresa que compensa otros proyectos de la empresa internacional. Un poco como los bancos extranjeros que financian a otros países con las jugosas ganancias que se llevan de nuestro país.
Sí, Repsol no ha llevado un desarrollo lineal y deseado de la empresa y sí, como todas las empresas, Repsol usa dinero de su empresa argentina para financiarse en otros rubros y países, al ser una empresa ven por su éxito financiero.
Los gobiernos no tienen que generar ganancias. Los gobiernos pueden endeudarse sin las mismas condiciones que una empresa. Los gobiernos pueden sólo invertir, sin dudar en su viabilidad integral. Kirchner quería que Repsol invirtiera como un gobierno lo haría, sin pudor y sin recato, cosa que una empresa privada no puede, ni debe hacer.
El gobierno argentino se dispuso, aprovechando este argumento, a construir el linchamiento de Repsol como una empresa maléfica de extranjeros chupasangre que sólo ven por sus intereses. Valdría la pena pedirle a Kirchner que nos muestre una empresa privada en el mundo que se olvida de sus ganancias para darle gusto a las necesidades de un gobierno, para eso pagan impuestos.
Son lógicas distintas, porque tienen objetivos diferentes. Las empresas buscan generar riqueza, los gobiernos distribuirla. Y desde ahí es que la acción del gobierno argentino, más allá de izquierdas y derechas, ha estado fuera de foco.
Irritados decidieron tomar por acción legal todas las acciones en poder de Repsol y con ello sacar a la empresa petrolera de la jugada. Jugada en la que no toca a los empresarios argentinos, y le da el 51 por ciento de las acciones a los estados y el 49 restante se lo queda la federación.
Así, la derecha esta feliz con la decisión, la clase política también y los únicos que se quejan son los que tenían algún interés en Repsol. Como México, que posee el 10 por ciento de la empresa.
Había otras formas, había estrategias para elevar la tasa impositiva a ciertas acciones, había estrategias de regulación y demanda para que Repsol invirtiera más. Optaron por la más popular.
El problema con la acción claramente popular y políticamente efectiva para el gobierno, es que debilitan su confiabilidad y fortaleza en el concierto de inversionistas mundiales. Da la impresión que si uno invierte en Argentina y dirige a su empresa en función a generar riqueza, es potencialmente adversario del estado.
La confusión de Kirchner es pensar que este éxito político será un éxito económico.

@lucianopascoe

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