mayo 12, 2007

¡Nos mudamos!


En primer lugar te agradezco mucho tu visita y tu lectura.
He abierto un nuevo espacio y me encantaría que ahí nos vierámos para seguir debatiendo, discutiendo.
Nunca he limitado las participaciones de los que opinan diferente. Siempre las he apreciado y creo que en la medida en la que discutamos iremos encontrando lugares de coincidencia y de sana discrepancia.
Seguiré escribiendo, ahora más frecuentemente, sobre lo que nos sucede día con día. Como país, como mundo, como gente.
Te invito, te espero, ahí nos vemos.
lp

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mayo 05, 2007

La guerra que no se gana


Desde que inició sus operaciones en Irak en marzo del 2003, los estadunidenses han sufrido 3,361 bajas. Esto significa que cada año han muerto, en promedio, 840 norteamericanos en la guerra privada e indefendible de Bush. Este conflicto, motivado por el dinero, el petróleo, la revancha familiar y la necesidad de reactivar el mercado de armas le ha costado mucho y le costará más a los Estados Unidos.
No son las cifras de Vietnam, pero es alarmante en todo sentido.
Por eso resulta escalofriante que ante esas cifras, las nuestras, las de nuestra guerra contra y entre el crimen organizado del narcotráfico, no reaccionemos con fuerza frente a más de 800 entre enero y principios de mayo. Hemos tenido semanas de más de setenta muertos. 70. En los espeluznantes atentados del 11 de marzo en Madrid murieron 191 personas. Estas comparaciones, con todas sus salvedades sirven APRA mostrar lo dramática de la situación en nuestro país.
Y ahora hay que sumarles cuatro soldados emboscados. Así, tal cual, como si de una guerra convencional se tratara, los sicarios se apostan a esperar – suponemos que previo ‘pitazo’ de algún infiltrado- a que pasen los del ejercito y masacrarlos.
Los retenes desalientan, pero no resuelven. Las deportaciones nos aseguran que estos personajes dejarán de operar, pero ¿y todos los que siguen operando tranquilamente desde penales mexicanos?
Hasta ahora el espejismo que mantiene esta guerra fuera de nuestras vidas cotidianas es que pareciera que ‘sólo se matan entre ellos’ como me dijo una amistad en su socialmente aceptada ceguera. Esto bien puede ser. Bien puede ser que por ahora sólo se estén ejecutando entre bandas rivales – el golfo contra el de Tijuana, contra el de no-sé-quién- pero la realidad y las secuencias naturales para esta desbocada y desnaturalizada violencia siempre terminan transgrediendo las barreras de lo normal. Tarde o temprano esta violencia llegará a mi calle, a la usted, a la de todos.
Ya la gente que vive en plazas tomadas por el narco vive con temor y con extrema precaución. Si esto no se detiene pronto lo que seguirá será peor.
Y no es que uno sea tremendista, es que sólo hay que ver las cifras antes mencionadas, o cualquier otra que usted guste buscar en Internet. Estamos en cifras de guerra convencional, eso no es ningún asunto menor.
La responsabilidad de la autoridad es enorme, pero tampoco cuenta con todas las herramientas para librar esta batalla. Tienen un sistema de justicia corrompido, con el cual será difícil lograr resultados en las detenciones, tienen cuerpos policíacos municipales y estatales infiltrados por el crimen en todos sus niveles y además la policía federal no tiene suficientes efectivos –alrededor de 12 mil en todo el país- para realizar sus tareas. El último eslabón es el más delicado: las fuerzas armadas. ¿Realmente queremos involucrarlas en una guerra así de sórdida en la que pudiesen ser objeto de los mismos sobornos y complicidades? A estas alturas ya no tenemos de otra.
El gobiernote Felipe Calderón tendrá que ir a fondo a una guerra perdida de arranque. Una guerra en la que dependemos de la capacidad del narco para desaparecerse entre ellos para ganar una ventaja significativa. Sólo si entre ellos se eliminan estaremos en condiciones de recomponer a un país que vive algunos de sus días más sangrientos.
Tal vez es hora de pensar, seriamente, en la legalización de algunas drogas. De romper el ciclo de violencia que se gesta en la ilegalidad. Tal vez si el mercado lo regulamos nosotros y no ellos las cosas puedan cambiar. Es hora de pensarlo y discutirlo seriamente, las vidas humanas nos lo exigen.